miércoles, 20 de marzo de 2013

El guano y el salitre, dos recursos naturales que hicieron historia. El salitre y el Nitrato de Chile (II)

Saco de Nitrato de Chile en la mina de salitre de Humberstone (Chile)

El guano, el  primer eslabón (I)
El salitre y el Nitrato de Chile (II)

La publicidad del Nitrato de Chile (III)
El salitre, la pólvora y las guerras (y IV). Epílogo


 
 EL SALITRE Y EL NITRATO DE CHILE (II)
 
En las regiones de Tarapacá y Atacama, situadas entre el norte de Chile y Bolivia, se extiende un inmenso y despoblado desierto que logró cambiar el rumbo de la historia durante décadas. Sus entrañas escondían un fabuloso tesoro, el salitre o caliche, un complejo mineral compuesto principalmente por nitrato de sodio y nitrato de potasio, enriquecido con cloruro de sodio, yeso y otras sales. Dichos depósitos ocupaban grandes extensiones de terreno y además tenían la particularidad de ser los únicos yacimientos que existían en todo el mundo en tan magnífica cantidad.


 Yacimiento de salitre

 Trabajadores del salitre

 Salitre y restos de una mina salitrera

 Salitre

 Esquema de la extracción del salitre

Salitrero

Dicen las leyendas que el salitre fue descubierto casualmente por unos indios en la Pampa del Taramugal (Chile), cuando al hacer una hoguera comprobaron sorprendidos que el suelo comenzó a arder en todas direcciones. Asombrados por este inexplicable fenómeno, corrieron a contárselo al cura de un pueblo cercano, que volvió al lugar donde aquello sucedió, no sin antes aprovisionarse de una buena cantidad de agua bendita por si el suceso tenía que ver con alguna  obra del maligno. El cura recogió muestras de ese suelo inflamable y comprobó que tenía un alto contenido en nitrato potásico, uno de los componentes de la pólvora, lo que explicaba su capacidad para arder. Los restos de tierra los arrojó en el patio de su casa y tiempo después comprobó que las plantas que entraron en contacto el salitre comenzaron a desarrollarse prodigiosamente.

Explicación del descubrimiento del salitre en la “Pequeña Guía del Agricultor”

Esta leyenda aparece en numerosos documentos antiguos y también modernos cuando se explica el origen del salitre, aunque en realidad no es del todo cierto que fuese así como fueron descubiertas sus propiedades como fertilizante. De hecho, en el libro “Pequeña Guía del Agricultor” (1936), en que se explicaba a los agricultores cómo emplear el Nitrato de Chile, aún aparece esta versión sobre su origen cómicamente ilustrada. Este curioso libro, pese a ser relativamente moderno y llevar ya varios años comercializándose el Nitrato de Chile como abono, aún plantea serias dudas sobre su origen orgánico o inorgánico, incluso especula con la posibilidad de que el salitre proviniese del polvo del guano arrastrado desde las islas y la costa por el viento hasta el desierto.

Aún no es difícil encontrar este curioso libro en algunos anticuarios. Este ejemplar de la 1º Edición lo conseguí en una librería de Madrid

Pero, en realidad, mucho antes de que los españoles y los curas llegasen a este desierto, el uso del guano y el salitre para abonar los cultivos ya estaba muy extendido en las diferentes culturas indígenas (incas, coyas, atacameños y aymaras, por ejemplo). Bartolomé de las Casas, un fraile dominico conocido por su defensa de los indígenas, ya constató su uso como fertilizante por los incas a comienzos del siglo XVI. Sin embargo, desconocían por completo que podía fabricarse pólvora con el salitre, algo que aprendieron tras la llegada los españoles.
Se tiene constancia de que las primeras prospecciones mineras en Atacama estuvieron encaminadas a la explotación de yacimientos de salitre para la fabricación de pólvora, un producto de alto valor estratégico por ser el motor de las guerras que se desarrollaron entre los siglos XVII y XIX, un período en el que sucedieron infinidad de conflictos bélicos.

 Fray Bartolomé de las Casas


En 1809, el eminente científico alemán Thadeus Haencke (naturalista, zoólogo, botánico y geólogo, cuya vida y aportaciones a la ciencia merecerían también ser contadas en detalle), descubrió el procedimiento para convertir el nitrato sódico del salitre en nitrato potásico, aumentando su rendimiento para la fabricación de pólvora. Desde entonces, fueron muchas las explotaciones salitreras que se instalaron con tal fin, aunque aún con una producción escasa.

 Thadeus Haenke

Curiosamente, el azar quiso que el incalculable valor del salitre como fertilizante tardase en ser conocido en aquellos países que luego fueron sus principales mercados. Entre 1826 y 1830 se realizaron varios envíos de cargamentos de salitre a Europa y Estados Unidos, pero terminaron en el fondo del mar por los elevados aranceles a los que estaba sometido, retrasando con ello que se pusiera a la venta y se difundiesen sus propiedades. Es importante tener en cuenta que las vías comerciales en aquella época eran lentas y un barco de partiese de las costas de Chile debía rebasar el Cabo de Hornos y atravesar todo el Atlántico hasta llegar a los puertos europeos. Cada envío malogrado retrasaba muchos meses la llegada del siguiente.



 Trabajadores del salitre y oficina salitrera de "Carmen Bajo"

A partir de 1830, una vez que los diferentes mercados descubrieron su interés como fertilizante, empezó el auge de la explotación del salitre en las vastas extensiones desérticas existentes entre Perú, Bolivia y Chile. El propio Charles Darwin cuando arribó al puerto de Iquique (Chile) abordo del Beagle, en 1835, ya relataba en sus documentos que el salitre había perdido su interés para fabricar explosivos en favor de su uso como fertilizante.

El Beagle, fondeado en el puerto de Iquique (Chile) en 1835

Durante las cuatro décadas siguientes hubo un gran florecimiento de la extracción del salitre y de su exportación masiva, atrayendo importantes capitales extranjeros, especialmente de Inglaterra y Alemania. Además, su valor como fertilizante se había incrementado paralelamente al declive del guano, cuya producción había disminuido notablemente al agotarse los yacimientos fósiles en las islas.

En poco tiempo el salitre se convirtió en uno de los recursos naturales más valiosos y preciados a nivel mundial, hasta tal punto que la posesión de los yacimientos fue capaz de desatar cruentas guerras entre países vecinos, como veremos a continuación.

Puerto de Pesagua (Chile), con la flota de barcos esperando a ser cargados de salitre


La Guerra del Pacífico o del Salitre

En 1879 los límites territoriales de Bolivia eran mucho más extensos que en la actualidad y disponía de una amplia salida al mar con más de 250 km de costa, interponiéndose entre Perú y Chile. Este territorio, en el corazón del desierto de Atacama, atesoraba importantes yacimientos de salitre, plata, cobre y otros recursos naturales de gran valor.

 
  Fronteras entre Perú, Bolivia y Chile antes de la Guerra del Pacífico

Fronteras entre Perú, Bolivia y Chile después de la Guerra del Pacífico

Los yacimientos de salitre de Bolivia en la región de Antofagasta estaban siendo explotados por capitales chilenos y generando importantes beneficios. Esta situación motivó al Congreso boliviano a imponer mediante una Ley un impuesto de 10 centavos por cada quintal de salitre que fuese exportado por las compañías mineras extranjeras y que Chile se negó rotundamente a pagar. Por este motivo se desencadenó la Guerra del Salitre (también llamada “Guerra de los 10 centavos”), que comenzó con la invasión de los territorios de sur de Bolivia por Chile. Por su parte, Perú y Bolivia habían sellado un Tratado de Alianza Defensiva y se enfrentaron juntos contra Chile para defender sus intereses comunes.




 Ejércitos implicados en las batallas terrestres de la Guerra del Pacífico

Chile, con un ejército más poderoso y sobrados recursos económicos para financiar la guerra, derrotó a ambos países y se quedó con magnífico botín de guerra: más de 600 km de costa y una amplia franja de desierto que se extendía desde Arica (en el norte) hasta Antofagasta (en el sur). Como resultado de esta contienda, Perú cedió los territorios situados en el extremo sur del país (incluyendo las islas guaneras), Bolivia perdió su estratégica salida al mar y Chile incorporó a sus fronteras uno de los lugares más valiosos del planeta por sus recursos naturales. Además de la abundancia de guano y de salitre, en los territorios ocupados a Bolivia se descubrió años más tarde el mayor yacimiento de cobre del mundo, en la mina de Chuquicamata. 


Minas de cobre de Chquicamata (Chile), antes en territorio boliviano


La Guerra del Salitre, después de 4 años de batallas (1879-1883) y más 20.000 víctimas entre militares y civiles, logró cambiar el mapa político de América del Sur por la obsesión de poseer un valioso recurso natural.


Las principales batallas navales de la Guerra del Pacífico fueron las de Callao, Iquique, Punta Gruesa y Angamos


Una vez que hubo alcanzado la hegemonía territorial, Chile vivió una época de esplendor en la que la exportación del salitre se convirtió en el motor económico del país. Las rentas procedentes de la explotación del Nitrato de Chile llegaron a suponer durante décadas más del 50% de los ingresos del estado, generando una gran cantidad de empleo y la llegada de empresas y capitales extranjeros, especialmente británicos.

El capitán Boyton en la Guerra del Pacífico o del Salitre

Los seguidores de este blog supongo que recordarán al Capitán Boyton, a quien dediqué hace unos años una extensa entrada narrando las proezas de este intrépido aventurero. Enfundado en su peculiar traje de caucho y con la ayuda de un remo, recorrió más de 40.000 km por los ríos y mares de medio mundo, entre ellos el río Tajo. Hasta la fecha, la entrada del Capitán Boyton ha sido la más visitada de este blog.


Para quienes no le conozcáis, aquí podéis leer sus apasionantes aventuras:

El Capitán Boyton, el último aventurero del río Tajo

Para mi ha sido una grata sorpresa rencontrarme con el Capitán Boyton formando parte de esta historia sobre el guano y salitre, así como descubrir que fue un personaje que pudo haber sido crucial en la Guerra del Pacífico. Tan solo habían transcurrido dos años desde que  protagonizó su legendaria travesía desde Toledo a Lisboa surcando las turbulentas aguas del río Tajo y ya se había embarcado en una nueva aventura.

En esta ocasión el Capitán Boyton fue contratado como mercenario por el Gobierno de Perú, donde ya eran conocedores de su habilidad para navegar sin ser visto y las ventajas que esto podía suponer desde un punto de vista bélico. Su cometido sería hundir tres grandes barcos chilenos que estaban fondeados bloqueando el puerto de Callao: “Huáscar”, “Blanco Encalada” y “Almirante Cocharne”, las joyas de su flota militar.


   Mónitor "Huáscar". 
Abajo a la izquierda, estado del Huáscar en 1902, antes de su restauración. Al la derecha, su estado actual

 Fragata blindada "Blanco Encalada"




 Fragata blindada "Almirante Cocharne"

Para ello debería adentrarse en la bahía durante la noche, sortear la vigilancia militar y colocar un torpedo en su línea de flotación. El encargo suponía un enorme riesgo para su vida y por ello el Gobierno de Perú no escatimó en sus honorarios, ofreciéndole cobrar 100.000$ por hundir el primero, 120.000$ por el segundo y 150.000$ más si hundía el tercer barco. Toda una fortuna para un buscavidas.

A su llegada a Lima fue recibido por el Presidente de Perú, D. Nicolás de Prola, a quien había conocido antes en París y donde quizás ya le había contado su infalible técnica para hundir barcos. Acompañado de varios funcionarios y militares, el Presidente se desplazó a un lugar secreto de la costa donde Boyton hizo varios simulacros para mostrar cómo hundiría los barcos chilenos con los torpedos.

 
D. Nicolás de Piérola, Presidente del Perú (1895-1899)

El Capitán Boyton dedicó muchas semanas a estudiar el comportamiento de los barcos chilenos, de sus vigilantes y de sus rutinas, haciendo incursiones nocturnas para ensayar la estrategia a seguir. Cuenta en sus memorias que, además de enfrentarse al ejército chileno, tuvo que pelear con las legiones de leones marinos que poblaban estas aguas y que en ocasiones le impedían acceder a las islas cercanas al puerto de Callao. Los leones marinos ocupaban por completo los islotes y literalmente tenía que hacerse hueco entre ellos para acceder a los lugares estratégicos desde donde poder espair la actividad de los barcos.

 El Capitán Boyton haciendo una demostración de cómo colocar un torpedo en un barco


Finalmente el ejército Chileno arrasó Callao y avanzó imparable sobre otras ciudades de la costa en su camino hacia el norte, viéndose obligado a desistir de su propósito. Se entregó a los chilenos con nombre falso (Delaport), haciéndose pasar por un ingeniero de las minas de salitre. En aquellos momentos, el Capitán Boyton era el extranjero más buscado por el ejército chileno, que había sido alertado por el servicio de espionaje de la misión que le había llevado hasta allí. 

Unos amigos americanos le ayudaron a huir del país haciéndole pasar por un trabajador de telégrafos. Le prepararon un equipaje lleno de herramientas, bobinas, alambres y otros enseres propios de un telegrafista, así como credenciales falsas y una mula para desplazarse. De este modo, y con mucha suerte y habilidad, logró salir de las regiones recién conquistadas por Chile, aunque después estuvo a punto de morir de sed y de cansancio recorriendo la árida costa, hasta que logró encontrar un barco que le transportase hasta un lugar seguro. Llegó a Broadway (New York) meses después de su partida, sin un céntimo y habiendo puesto una vez más su vida en peligro en otra singular aventura.

La explotación del salitre y de los hombres

La explotación del salitre produjo una fuerte migración desde las regiones del interior de Chile y desde los vecinos países de Perú y Bolivia hacia la pampa salitrera (regiones de Tarapacá y Antofagasta). Entonces era fácil encontrar trabajo tanto en las minas como en todas las infraestructuras dedicadas la exportación masiva del salitre que fueron creadas de la nada, como las instalaciones portuarias o la compleja la red de ferrocarriles. Los pueblos y ciudades de la costa (Iquique, Antofagasta, Tocopilla o Pisagua) crecieron como la espuma aprovechando el intenso tráfico comercial por vía marítima, a la vez que en pleno desierto se fundaban nuevos poblados cercanos a los yacimientos y a las plantas de procesamiento del salitre. Resulta paradójico que unas de las áreas más despobladas y desérticas del planeta, con unas condiciones extremas para la vida, experimentase en unas décadas un crecimiento demográfico tan intenso. 


Trabajadores de salitre

 Trabajadores prisioneros con un cepo en sus pies

En 1914 llegaron a concentrase en esta región más de 50.000 trabajadores empleados en las más de 120 oficinas salitreras que había repartidas por todo el desierto. Las condiciones de trabajo en las salitreras eran extremadamente duras, pero  no sólo por la aridez de los terrenos y el aislamiento, sino por la aberrante explotación a la que eran sometidos los obreros por las compañías mineras, siendo la mayoría de ellas gestionadas por capitales británicos.

Tras muchos años padeciendo un trato injusto, en 1907 los obreros decidieron organizar una huelga para revindicar sus derechos, entre los que estaban algunas reclamaciones tan básicas como poder cobrar su salario en dinero. Las condiciones eran tan vejatorias que las compañías salitreras pagaban  a los trabajadores con fichas, unas monedas ficticias que sólo eran válidas para comprar en las tiendas de la propia compañía y a precios más caros que en el mercado libre. 


 
Fichas y vales utilizados por las diferentes empresas salitreras para pagar a los trabajadores en sustitución del dinero. Algunos vales tenían un solo día de duración.

Las galladas eran vales con los que se pagaba a los trabajadores que reemplazaban a los contratados mientras estos estaban enfermos


También reclamaban mayores medidas de seguridad en determinados trabajos que eran causa de frecuentes muertes laborales, el control de los pesos y medidas en las tiendas gestionadas por las compañías para evitar las continuas estafas a las que eran sometidos y que se construyesen escuelas vespertinas para los trabajadores y sus familias.

Una de las pulperías (a modo de economato) donde los trabajadores debían comprar todos los artículos que necesitaban, utilziando para ello exclusivamente las fichas con que les pagaban las empresas salitreras. La ruindad llegaba tal extremo que en las pulperías eran estafados con los pesos y medidas.

En este ambiente laboral tan hostil comenzó a gestarse con fuerza uno de los primeros movimientos políticos y reivindicativos de los derechos de los trabajadores, enfrentándose a los abusos de poder de las empresas y a la indolencia del Estado.


 Huelga de trabajadores en Iquique los días previos a la matanza. El letrero de la fábrica de ataudes parecía ser premonitorio

La huelga de los trabajadores del salitre tuvo un final muy trágico y sangriento, en la fatalmente conocida como “Matanza de Santa María de Iquique”. El ejército chileno sofocó esta revuelta social disparando sin contemplaciones con varias ametralladoras sobre los miles de huelguistas que se refugiaron en la Escuela de Santa María de Iquique (trabajadores chilenos, bolivianos y peruanos y sus familias). Se estima que el ejército causó entre 2.000 y 3.000 víctimas, convirtiéndose en uno de los hechos históricos más dramáticos de la lucha obrera.

 
 Trabajadores del salitre

 Escuela de Santa María de Iquique, donde se produjo la matanza de trabajadores por parte del ejército

 Cantata popular de Santa María de Iquique, interpretada por el grupo musical Quilapayún, en el se narran y cantan los tristes hechos sucedidos. Descubierto gracias a mi amigo Pedro Muñoz Barco, que desde su juventud escuchaba a este grupo y siempre le emocionaron las canciones de este disco (escuchar tema final)

 En este enlace se puede consultar toda la documentación del Archivo Nacional de Chile sobre la Matanza de Iquique.








 


 



Interesantes imágenes incluidas en el libreto del CD de "Cantata Popular de Santa María de Iquique", de Quilapayun.

El declive del Nitrato de Chile

La exportación del nitrato fue hasta comienzos del siglo XX la principal fuente de riqueza de Chile, que supo aprovechar el gran valor estratégico de este recurso natural. En aquella época, todos los países desarrollados demandaban el nitrato por ser el único fertilizante nitrogenado que podía comercializarse a escala industrial y también por ser imprescindible para la fabricación de la pólvora de los ejércitos.

 
Trenes cargando salitre 

Durante 1830 y 1929 se exportaron al menos 82 millones de toneladas de salitre que se distribuyeron por más de 40 países, generando grandes beneficios a empresarios peruanos, chilenos y extranjeros. Las compañías salitreras llegaron a cotizar en la bolsa de Londres y rindieron grandes beneficios. Así surgieron algunas fortunas espectaculares, como la de John Thomas North, conocido como el Rey del Salitre, o grandes empresas como Antony Gibbs & Sons, nacidas de la explotación los desiertos y las islas guaneras.

Curioso cuadro que muestra como los comerciantes españoles fueron perdiendo importancia en favor de los capitales británicos

Pero inesperadamente todo cambió. La extrema dependencia de este recurso para el desarrollo de la agricultura y de la industria armamentística, propició que se dedicaran muchos esfuerzos científicos para encontrar un sustituto sintético que tuviese idénticas propiedades. En 1909, el químico alemán Fritz Haber consiguió fabricar amoniaco a partir de hidrógeno y nitrógeno, siendo la base para producir industrialmente y a bajo coste todos los derivados nitrogenados que hasta entonces sólo se podían conseguir del salitre.

 Fritz Haber

En 1913 Haber vendió la patente a la compañía BASF (que originalmente era una modesta empresa dedicada a fabricar tintes de anilina y bicarbonato de sodio y de ahí proceden sus siglas: Badische Anilin und Soda Fabrik), que ese mismo año comenzó a producir masivamente sulfato de amonio en sus laboratorios y se inició una feroz competencia con el Nitrato de Chile, que estaba condenado desde ese momento a desaparecer. 

 Fabrica de BASF en Ludwigshafen (Alemania), donde se fabricaron industrialmente y por primera vez los derivados nitrogenados


Una vez que comenzó la producción industrial de los fertilizantes de síntesis (sulfatos, nitratos y fosfatos de amonio, urea o amoniaco), en menos de 15 años Chile perdió por completo su hegemonía. Mientras que en 1920 la producción de nitrato natural era de casi 3 millones de toneladas/año y ocupaba a más 60.000 trabajadores, en 1934 la producción se redujo a 800.000 toneladas/año y menos de 14.500 trabajadores. Su precio también se redujo casi a la mitad, pasando de 40$ la tonelada a 24$. A finales del siglo XX, el nitrato procedente del desierto de Atacama sólo representaba ya el 0,1% de la producción mundial de fertilizantes nitrogenados.

El químico alemán recibió el Premio Nobel de Química en 1918 por este gran descubrimiento, que supuso un cambio radical en el orden mundial y liberalizó la producción de los compuestos nitrogenados sin depender del monopolio de quienes explotaban los yacimientos chilenos.

Fritz Haber, un personaje cuya importancia histórica merecería la pena comentar con detenimiento, se hizo tristemente famoso pocos años después por sus investigaciones con gases venenosos, descubriendo en 1917 el “gas mostaza” y otros productos letales que fueron empleados como armas químicas en la Primera Guerra Mundial (las que ahora se llaman de destrucción masiva). El contacto con este gas producía dolorosas irritaciones en la piel y mucosas, provocando la muerte tras una agónica asfixia. 

 Utilización de gas mostaza durante la Primera Guerra Mundial, dejando que avance a favor del viento y cubriendo a las tropas enemigas


Arriba, soldados protegidos con máscaras de gas para evitar los efectos del gas mostaza. Abajo, soldado muriendo de asfixia por inhalación de gas.

  
Su uso se extendió en diversos conflictos bélicos y España no dudó en emplearlo contra la población civil  en la Guerra de Rif (1921-1927), siendo uno uno de los hechos más polémicos de esta confrontación. Un año después, el Protocolo de Ginebra prohibió el uso de armas químicas y bacteriológicas. (ver armas químicas Rif)

 El ejército español nunca fue muy considerado con sus enemigos en las guerras contra Marruecos

Escena de la Guerra del Rif
Regulares con careta antigás (entre ellos, el capitán Yuste y el teniente Frías) para protegerse de los gases tóxicos que el ejército español utilizaba contra los rifeños. A pesar de la mala calidad de la imagen, se considera interesante por ser un testimonio fotográfico del empleo de armas químicas por los militares españoles en la guerra del Rif, en 1923.

 Arrhash, documental sobre el uso del gas mostaza por el ejército español en Marruecos (Javier Rada y Tarik El Idrissi) Ir a la página web del documental

 
Careta de gas utilizada durante la Guerra Civil española (sobre el uso de gases tóxicos en la Guerra Civil)

Fritz Haber también descubrió un efectivo insecticida, el gas de cianuro, que se utilizaba con éxito para erradicar las plagas de insectos en los silos donde se almacenaban los cereales. Lamentablemente, ese gas se reconvirtió posteriormente en el Zyclone B, empleado por los nazis para exterminar a miles de personas en las cámaras de gas de los campos de concentración. Por desgracia Heber no pasó a la historia por conseguir extraer oro del agua del mar, pese a que dedicó muchos esfuerzos a investigar sobre el modo de hacerlo, pero finalmente llegó a la conclusión de que era una empresa imposible.


 Arriba, latas de Zykon B. Abajo, dos imágenes de las latas recuperadas en el campo de concentración y exterminio de Auschwiz-Birkenau (Polonia) 

 Obtener oro del mar fue durante un tiempo una obsesión para los científicos, hasta que descubrieron un inconveniente: cada gota de agua marina atesora millones de átomos de oro, pero para conseguir 1 kg haría falta procesar más de 200.000 millones de litros de agua.

¿Qué fue de la industria salitrera del desierto Atacama?

Al igual que sucedió unas décadas antes con el guano, el salitre perdió todo su valor después de haber sido durante un período de más de 150 años uno de los recursos naturales más codiciados a nivel mundial. Los más de 200 asentamientos que se dedicaban a la extracción de salitre en el desierto de Atacama, surgidos de la nada en uno de los lugares más hostiles y áridos del planeta, fueron poco a poco desapareciendo. El declive del uso del nitrato supuso el cierre de las fábricas y  el abandono de toda la población vinculada a ellas, quedando los pueblos completamente vacíos. No había ninguna otra razón para vivir allí que no fuese el nitrato.



 



A partir de 1960, los dos de los enclaves salitreros más importantes, Humberstone y Santa Laura, dejaron de funcionar definitivamente y fueron subastados para su desmantelamiento. Por suerte, el Gobierno chileno decidió declarar estos lugares como  Monumento Nacional para proteger el legado histórico y cultural que atesoraban y evitar el saqueo al que estaban siendo sometidos. En 2002 los terrenos fueron comprados por la Corporación Museo del Salitre, que comenzó a ocuparse de su gestión y de velar activamente por su conservación.


 
 Restos de las antiguas vías del ferrocarril, de las que sólo quedan las zanjas
 
 Esquema del proceso de transfomación del salitre, las minas de Humberstone

Finalmente, en julio de 2005 las oficinas salitreras de Humberstone y Santa Laura fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO e incluidas en la Lista del Patrimonio de la Humanidad en Peligro.


“La ruta del salitre” se ha convertido en la actualidad en uno de los principales destinos turísticos del norte de Chile, atrayendo a muchas personas interesadas en conocer estos pueblos fantasmales perdidos en el desierto y descubrir la enorme importancia que tuvieron en el pasado. Según cuentan, al llegar a Humberstone aún se puede percibir el esplendor que vivió en el pasado, cuando más de 3.500 personas habitaban sus ahora desoladas calles. Se conservan numerosas edificaciones, algunas de ellas con marcado estilo Art Déco y construidas con materiales de lujo, como madera de pino importada desde Oregón. Entre los edificios más representativos se encuentran el teatro, la iglesia, las pulperías, el mercado de abastos, una piscina construida con planchas de hierro, la escuela, las casas de los trabajadores (diferentes según su rango laboral en la empresa y su estado civil), las instalaciones deportivas, el hospital, el hotel y club social, así como todas las instalaciones dedicadas a la extracción y procesamiento del salitre (chimeneas, talleres, plantas de lixiviación, molinos, bateas, embarcaderos, depósitos, etc…). (ver más fotos de Humberstone)

Iglesia de Humberstone

Pista de deporte

 

Piscina de Humberstone, recubierta de planchas de acero. En la imagen superior se aprecian los remaches y los trampolines. Era todo un lujo contar con una piscina en pleno desierto.

 Juguetes pertenecientes a los niños que vivían en los poblados de las minas de salitre. A falta de juguetes, ellos mismos se los fabricaban con alambres. A la izquierda, diferentes tipos de pistolas. A la derecha, un arsenal de tirachinas.

 La otra ruta del salitre

El transporte del salitre hasta los mercados europeos se realizaba en grandes barcos veleros que debían recorrer más de 14.000 millas y enfrentarse a grandes dificultades, especialmente en el  Océano Pacífico. El tramo más complicado era rebasar el Cabo de Hornos, en el extremo sur del continente, sin duda el paso más peligroso de todas las rutas marítimas conocidas. Los fuertes vientos (capaces de volcar súbitamente un barco) eran una de las principales amenazas, unido a poderosos oleajes (con olas de más de 30 m), escarpadas costas con zonas rocosas someras y el riesgo de colisión con icebergs o témpanos de hielo.

 Mapa del Cabo de Hornos y del Estrecho de Magallanes (Chile-Argentina)

 Mapa antiguo del Estrecho de Magallanes

Situación del Cabo de Hornos con respecto a las regiones antárticas

Darwin, cuando surco estos maresen 1934, defin así el paso por el Cabo de Hornos: "La sóla visión de estas costas es suficiente para que un hombre de tierra sueñe durante una semana con naufragios, peligros y muerte". 
 
La dureza de este lugar del planeta también se describe a la perfección en este extracto del artículo "Cabo de Hornos: el mar del miedo", de Javier Pérez de Albéniz, publicado en El Mundo en febrero de 2003: "Ningún otro lugar en el mar ha roto tantas quillas, ha segado tantas vidas y ha generado tantas leyendas como el Cabo de Hornos. Descubridores, balleneros, misioneros, cazadores de focas, comerciantes, científicos, traficantes, piratas... Todos han sentido cómo el corazón les temblaba y el estómago se les encogía. Esa roca negra de perfil siniestro, rodeada de ventisqueros sobrecogedores, ha sido testigo del crecimiento y la agonía de los poderes marítimos, y del nacimiento y el derrumbe de imperios. Esa roca negra, moldeada, agrietada y corroida por las tormentas, ha visto cómo veleros, goletas y bergantines eran juguetes en manos de las olas. Y cómo hombres de la talla de Vasco Nuñez de Balboa, Fernando de Magallanes, Francis Drake, Charles Darwin o el capitán Fitzroy, temblaban en sus aguas como asustadizos chiquillos."

 Barco naufragado en el Cabo de Hornos
  
Pese a estas dificultades, el tráfico de barcos era tan intenso que en el puerto de Iquique (Chile) podían llegar a estar fondeados a la vez más de 60 naves en espera de ser cargadas de salitre. Por esta tazón la bahía de Iquique también era conocida como “la selva de los mástiles”.



 El puerto de Iquique, mostraba durante esta época una intensa actividad comercial


La rivalidad entre los armadores franceses y alemanes por la carrera de transporte del salitre a Europa fue un hecho apasionante. Antoine Dominique Bordes (armador francés, de Burdeos) y Fritz Laeisz (armador alemán, de Hamburgo) sostuvieron desde 1874 una intensa pugna  por poseer el barco de mayor tonelaje y lograr transportar con mayor rapidez su carga de nitrato desde Chile hasta sus respectivas naciones. Además de los negocios, el orgullo y el prestigio nacional estaba en juego.


Fritz Laesiz, a la izquierda. Dominique Bodes, a la derecha

En esta época los veleros tradicionales estaban a punto de ser desplazados por los barcos a vapor y a motor, pero justo cuando se desarrolló “la carrera del salitre” surgieron los formidables "Clippers", unos innovadores veleros de 3 o más mástiles, con velas cuadradas y una  eslora muy larga y afilada, cuya velocidad de crucero a plena carga sobrepasaba con creces la de los barcos de la época, superando los 20 nudos.


 

 


  Diferentes "clippers" que navegaron (algunos aún lo hacen) por los mares de medio mundo.

El armador alemán comenzó  a competir con tres naves en 1874, pero en 1890 ya poseía una flota de 17 fragatas y encargó la construcción en los astilleros de dos portentosos veleros con más de  2.000 toneladas de peso. Por su parte, el armador francés Bordes construyó en 1890 un inmenso velero de cinco mástiles y 6.500 toneladas de peso, al que bautizó con el nombre de “France”. 

 "France", de la flota de Dominique Bodes

Cinco años después, Laeisz incorporó a su flota un velero construido en acero, con más 6.100 toneladas y un mástil de 60 m. Pero insatisfecho por no haber logrado con ello sobrepasar a su competidor francés, en 1902 mandó construir el que fue el velero más grande del mundo, el “Preusen” (“Prusia”), de 11.150 toneladas y una capacidad de 8.000 toneladas de carga. En sus bodegas se podían almacenar 62.000 sacos de salitre, suficientes para fertilizar más de 40.000 ha de cultivos o de proveer de pólvora a todo el ejército alemán. Este inmenso velero tenía 5 mástiles (el más alto de 68 m) y más de 133 m de eslora; sus 48 velas tenían conjuntamente una superficie cercana a 5.500 m2 que necesitaban 13 km de cables de acero para se manejadas. Fue de los primeros barcos en contar con telegrafía sin hilos, un gran avance en aquella época. Consiguió hacer el trayecto de Hamburgo a Iquique en 57 días, un récord que creo que aún sigue sin ser superado. Este inigualable barco tuvo un final catastrófico y en 1910 colisionó con un submarino británico en el Canal de la Mancha, naufragando irremediablemente cerca de Dover.




  "Preusen", el más imponente velero de la flota de Laeisz. Me gusta especialmente la última ilustración, en la que se ha elegido una escena del barco atravesando el Cabo de Hornos


El comienzo la Primera Guerra Mundial en 1914 supuso el final de esta peculiar pugna por ostentar la hegemonía naval. La flota de Laeisz aún tenía 20 buques en servicio, mientras que la de Bordes contaba con 46 barcos navegando por todos los mares del mundo y ambos seguían compitiendo por acaparar el tráfico mercantil por vía marítima. Pero bastaron cuatro años de guerra para arruinar lo que quedaba de la flota velera a nivel mundial. Los submarinos y las minas alemanas dieron cuenta de casi la mitad de la flota de Bordes, mientras que la flota de Laeisz corrió mejor suerte y fue retenida en puertos aliados o neutrales.
Pocos años después, los grandes barcos a motor dejaron en el olvido a los románticos veleros, y la posibilidad de navegar a través del canal de Panamá redujo el tránsito por las emocionantes y peligrosas rutas a través del Cabo de Hornos y el Estrecho de Magallanes.

Y, poco a poco, la explotación salitre fue pasando al olvido…….  

Pero no deja de ser curioso que el declive del salitre coincidiese con el momento en que el uso del Nitrato de Chile comenzó a popularizarse en España, como veremos en el capítulo siguiente.

12 comentarios:

  1. De nuevo me atrapaste en la historia...

    Luego continúo...

    Sigue, sigue... no pares. :)

    Salud.

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  2. Es verdad, es muy larga esta entrada... podría haber sido varias. Sin embargo, me cautivaste con una historia fascinante! Ha sido maravilloso leer. Gracias!

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  3. Magnífica segunda parte, como la primera. ¡Enhorabuena!
    Sobre el velero de 5 mástiles Preußen les sugiero que vean:
    http://www.navegar-es-preciso.com/news/preussen-un-genuino-windjammer/
    saludos
    Román

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